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El tarot de don Quijote

 

 

Desocupado -y querido- lector, cuatro siglos de gloria, (más los que faltan…), y El Quijote continúa vigente. Los más nobles cerebros continúan aplaudiéndolo, grandes escritores de su casi talla aún descubren en sus páginas mil y un bienes (y parece que no acabarán nunca de vaciar el saco mágico). ¿Cómo alcanzó esa fama, indiscutible y absoluta? ¿Cómo la conserva, aún a pesar de sus detractores (siempre hay alguien como aquel Zoilo que quiso ser famoso lanzando piedras al rey)? ¿Cómo consigue esta cuasi inmortalidad?

                Algunos responderán: ¡son tantas sus gracias…!, los escritores y literatos ponderan sus mañas narrativas; los historiadores descubren datos que no fueron registrados por las crónicas; los sociólogos evidencias de usos y costumbres; los filólogos palabras muy jóvenes a punto de madurar, o muy antiguas a punto de caducar. Todas estas minutas son ¡ni quién lo dude!, tesoros invaluables. Pero, fama tan extendida en el tiempo, no llega a un libro sólo por estas relevancias -que muchos otros libros también poseen- sino por contener -además- una característica singular: ¡El Quijote atrae a los "lectores" más exigentes!, sí, LECTORES… criaturas que buscan en un libro algo entrañable, en contraste con los estudiosos (que también son lectores, aunque leen de otro modo); los académicos buscan objetivar sus hallazgos, los lectores desean sentir. Los lectores (me sumo), aunque aplaudimos los esfuerzos de todos estos aplicados investigadores, tenemos en otra parte puesta nuestra mira: nosotros, por sobre todo, encontramos en El Quijote muchísimo qué amar.

                Don Quijote, Dulcinea y Sancho se salieron del libro, hoy por hoy habitan en imponentes bibliotecas -y en bibliotecas sencillas también-; se alzan orgullosos con estampa de bronce sobre escritorios de abogados; en oficinas de hombres serios -y no tan serios también-; saludan con perfil de caoba a la entrada de restaurantes, cafés, hoteles; tienen rostros nuevos o mañas no escritas por su hacedor (según el director de cine que los reinvente); han convertido sus padecimientos en canciones, poemas, cuadros; pueblan museos; los vemos en etiquetas de vinos; dando nombre a los mesones; como souvenirs en tazas de café... ¡Hay tanto en el universo del Quijote que sigue latiendo, que está vivo, que llama a los hombres…!  

                Y este polifónico desfile publicitario, aunque se lo haya ganado a pulso por los antes mencionados méritos, ¿no resulta de todos modos extremo… y de tan extremo, un tanto sospechoso? no sé a ustedes, pero a mí me parece incluso DEMASIADO SOSPECHOSO. Tan sospechoso que después de leer y releer -con lupa sobre los renglones, el corazón en las pupilas, y el cerebro en trance de exégesis- llegué a la conclusión de que el Quijote contiene un gran secreto en sus entrañas… porque un libro que llama tan tenazmente a los hombres, siglo tras siglo, no puede sino estar favorecido por algún sortilegio, un hechizo, embrujo… Magia.

                Y así, después de no sé ya cuántas lecturas, al principio accidentadas -por lo arcaico del lenguaje-luego entusiastas/a solas/en compañía de otros/de nuevo sola/en trance de lectora simple y llana/como maestra que prepara su didáctica/en actitud de médium/de académica/tomando notas/subrayando/ riendo a carcajadas/aguantando el llanto -o soltándolo-/frunciendo el ceño/admirada ante la gracia de narrar/; en fin… leyendo el Quijote como OBSESA, llegué a la conclusión de que contiene, según mis enloquecidas reflexiones, un lazo íntimo (ignoro si a voluntad de Cervantes), con otro libro cuya antigüedad y características lo ubican entre los libros mágicos: el Tarot.

                El Tarot pudo haberse originado en cualquier gran cultura de la antigüedad, los sabios de entonces solían trasmitir su filosofía a través de pictogramas e ideogramas, desafortunadamente no tenemos evidencias concretas de tales orígenes, sólo intuiciones. Court de Gébelin, a quien se debe la visión del Tarot en su vertiente adivinatoria, era un teólogo convencido de que las figuras que aparecen en el Tarot son el eco de un antiguo libro de imágenes egipcio: El camino del rey o Libro de la vida. El Tarot bien pudo haber sido ese -u otro- antiguo libro a cuyas imágenes se atribuyen cualidades extraordinarias, un libro que, por avatares inquisitoriales, necesitó trasladarse a un ámbito donde pudiera sobrevivir más fácilmente: el juego (ámbito que en algunos casos siendo perseguido). Con este nuevo ropaje lúdico, las imágenes arquetípicas, utilizadas durante siglos para consolidar filosofías herméticas, y luego para conservarlas, se convirtieron en naipes, y los naipes recorrieron Europa gracias al comercio (también debido a las guerras: viajaban en los bolsillos de los soldados).

                Hoy por hoy, el Tarot es utilizado por algunos terapeutas que aprovechan su universal linaje arquetípico, pero también por adivinos de buena y mala entraña. El hombre siempre ha deseado desvelar los misterios, conocer su futuro, quiere creer que todas las respuestas están en la palma de la mano, y que otros son los más indicados para saber lo que está en su propio corazón, se le olvida que los signos más claros de su destino están en los senderos de su pasado… pero qué evasivas son las respuestas, y qué gratos los buenos auspicios, aunque sean placebo momentáneo. Naipes o libro, lo cierto es que en la España de Cervantes este juego andaba por ahí… y yo puedo imaginar que el Tarot y Cervantes se encontraron.

                Esto que leerán ahora, dividido en 22 capítulos, e ilustrado por otras tantas láminas, basadas en el Tarot de Marsella (formulación icónica medieval de imágenes universales), son el producto de lo que, a fuerza de leer el libro de Cervantes como un Libro de la vida, se ha vuelto Mi Quijote. Si conforme avanzan en la lectura quieren llamarme loca, por Dios que no me ofendo, antes miraré complacida al cielo buscando atisbar en las nubes una gorguera… Por eso, y avalada por la clase de locura de quien admiro entrañablemente, aquí van mis primeras 22 reflexiones en torno al caballero de la Mancha, reflexiones relacionadas con los 22 arcanos mayores del Tarot. Personajes, símbolos, trasfondos sociales y pasajes recreados a través de los ojos de una que, a semejanza de don Quijote, también ha visto gigantes, caballeros andantes, terribles vestiglos, y todo tipo de hechiceros.

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