YOLANDA RAMÍREZ MICHEL
Entrevista realizada para la Escuela Normal de Jalisco en octubre del 2013
Para comenzar, Yolanda, vamos por lo primero ¿cuándo..., dónde naciste?
Nací un 9 de septiembre, en Morelia, muy muy tempranito -a las tres de la mañana-, era el año de 1965; por entonces la Unión Soviética adelantaba en la carrera espacial, y las mujeres de México comenzaban a preguntarse si podían también explorar otros confines; imagino a mi madre, muy aplicada en su labor de esposa, mirando el mundo con grandes ojos de asombro...
No viví mucho tiempo en Morelia, a los tres años nos mudamos a Guadalajara, desde entonces, la ciudad y yo nos adoptamos mutuamente. Ahora me considero tapatía de corazón y purépecha de nacimiento.
Y tu infancia… ¿qué nos cuentas de ella?
Fui la mayor de tres mujeres, éramos una familia feliz, crecimos rodeadas de cariño y atenciones, ser niña para mí fue maravilloso...
¿Será por eso que tantos amigos te dicen que tienes cara de niña?
Igual y sí, ¿has escuchado la frase de Ana María Matute "la infancia suele durar más que la vida"? a mí la infancia me sigue a todos lados. Sin embargo, unos padres muy amorosos también pueden convertirse, por efectos del miedo a que algo les suceda a los hijos, en padres sobreprotectores… entonces, el hogar feliz -para alguien con ansias de libertad- se vuelve una hermosa jaula… imagino que eso pensaría Eva (se ríe); y así, yo, aunque era feliz, deseaba salir de casa, conocer el mundo, vivir aquello que leía, leía mucho, y entre todo lo que leía lo más eran novelas de amor… ello, conjugado con mi carácter soñador y la buena relación que yo veía que tenían entonces mis padres, me hizo creer que el matrimonio era la manera adecuada de salir de casa (a los dieciséis)… no lo fue. No sé cuántas mujeres nos hemos casado por los motivos equivocados…
Mi padre es el principal responsable de mi amor por la lectura y la escritura, me llevaba a librerías cada fin de semana, él leía mucho, además me animaba a escribir... Recuerdo muy bien que siendo yo pequeña (más o menos 11 años) le solicité una bicicleta. En lugar de ofrecérmela como regalo de cumpleaños, o Navidad (aún faltaban muchos meses para ambos) me dijo: "Wikis, si quieres la bici más pronto escribe un contrato donde haya un intercambio, yo te doy la bici, ¿tú qué puedes dar a cambio?"
Escribí a máquina un contrato tan formal como mis pocos años lo permitían: ofrecía realizar varias tareas durante un mes: ayudar a mi mamá con ciertos quehaceres extras del hogar; leer una vida de Santos, resumirla, pasarla a máquina; pero lo mejor de aquel "contrato" era que prometía ¡escribir un cuento diario! El trato fue aprobado; firmamos, trabajé duro durante un mes, y obtuve mi bicicleta, aunque... (aquí se dentiene, hace un movimiento de cabeza y sonríe) no me dejaban andar en mi nueva bici... (y suelta la carcajada) ¡más allá de una cuadra!
Creo que aquello fue determinante, los cuentos gestaron a la escritora, los resúmenes de las vidas de santos a la maestra de mitología, la mucha lectura a la promotora de lectura; y las tareas hogareñas me enseñaron que una mujer puede ser muchas cosas a la vez, y no dejar de ser la que mantiene un hogar limpio y en orden.
Mi madre también impactó mucho mi infancia, fue una madre dedicada, una excelente ama de casa cuando fuimos pequeñas ; al paso del tiempo comenzó a interesarse por más cosas, hoy por hoy se ha vuelto una gran pintora. De ella recibí la irremediable manía de amar el arte. Los libros abundaban en casa también gracias a ella, si por el lado paterno llegó la literatura, por el materno llegó el Arte en sus otras manifestaciones. Ella era como una hormiguita laboriosa, ¡hacía tantas cosas! Recuerdo una navidad en especial… unos días antes de Noche Buena aparecieron bajo el árbol tres cajas de regalo. A esa edad cuesta trabajo resistir la tentación de no abrirlas y ver qué sorpresas nos tienen los padres... No podía con la curiosidad... esperé la ocasión en que mis padres salieron y, en conciliábulo con mis hermanas, abrimos los regalos. Nos hubieras visto, tres curiosas criaturas urgando entre las sorpresas, tratando de no dejar rastros de nuestra tropelía… lo que encontramos fueron tres muñecas hechas por mi madre con sus propias manos, ahí reconocimos retazos de los vestidos que nos hacía, retazos del estambre de nuestras bufandas, fue algo muy especial... ver lo que una mujer sabia hace con todo lo que aparentemente sobra... aún conservo lo que encontré en la caja que tenía mi nombre..
¿Qué nos puedes contar acerca de tu experiencia con la escuela, la universidad, la academia?
La historia de mis estudios… (sonríe como si recordara alguna travesura):
Siempre fui estudiosa, me gustaba, me sigue gustando estudiar, puedo pasar todo un fin de semana investigando, leyendo. Cursé primaria y secundaria en un colegio de monjas (Teresianas) fui afortunada, en su mayoría me tocaron maestras inteligentes, concentradas en darnos una buena educación, a las madres les agradezco los parámetros académicos y éticos que nos ofrecieron, parámetros que muchas veces cuesta trabajo alcanzar, pero que siempre hacen mirar muy alto, hacia lo alto; hubo algunas que nos censuraron… no las juzgo, trato de comprender el porqué de sus reacciones ante nuestras ansias de vivir.
En la preparatoria, enamorada del amor -como suele suceder a esa edad- e ignorante de las complejidades de la vida en común, dejé el colegio para casarme. La madre superiora se apuró mucho al ver que abandonaba mis estudios por casarme, me ofreció que estudiara en casa y fuera al colegio sólo a presentar exámenes, -oferta poco frecuente en aquel sistema-, ahora me doy cuenta cuánto confiaba en mí, y cuán poco supe yo entonces valorarlo.
Por ello, mis estudios son el resultado de un esfuerzo supremo, servir a dos amos… varios amos… Estudiar en casa, atender el hogar, al marido, luego vinieron los hijos… el divorcio, estudiar una carrera en circunstancias adversas…
En los primeros años de mi matrimonio, y ya con mi primer hijo, estudié diseño de modas. Durante muchos años avancé por ese camino. Pero había un vacío intelectual que aquello no llenaba… uno nunca sabe por qué suceden las cosas ni por qué tenemos que pasar por algo. Como necesitaba mantener a mis hijos abrí un negocio de diseño, corte y confección. Te digo... uno nunca sabe cómo pero las cosas que nos toca nos buscan… y es que un día, lo recuerdo muy bien, llegó a mi negocio una mujer con un muestrario de botones, (también traía un libro, seguramente para leer si tenía que esperar).
Aparte de venderme botones, charlábamos horas y horas una frente a la otra, en el mostrador; hablábamos de libros, de hijos, del negocio.... y un sábado, después de tomarnos un café, comentó que iba a un taller de escritura... ¿quieres venir?, me preguntó. Aquello fue, no sólo el comienzo de una gran amistad con Lourdes, sino el comienzo de una carrera literaria que ya no se detuvo.
Los destinos son celosos, y cuando nos hemos topado con ellos no admiten ningún competidor, al poco tiempo cerré el negocio, y las letras se volvieron diosas celosas exigiendo toda mi atención.
Versión móvil texto incompleto
Entré a la Facultad de Letras a una edad en que mis compañeros tenían la edad de mis hijos. Gocé mucho volver a estar en un aula, por las mañanas era maestra de secundaria y preparatoria, por las tardes era alumna universitaria, por las noches era escritora, y compaginándolo todo trataba de ser también mamá y papá, (a estas alturas ya me había divorciado). Imaginarás lo difícil que era… fue inevitable que un día, con mucho dolor, tuviera que sacrificar la carrera, tenía que trabajar y atender un hogar. No obstante todo sacrificio trae un bien: en esas circunstancias nació mi primera novela, El gran niño, electrones de un sueño… hay quien dice que para escribir se necesita tiempo…, yo digo que necesitamos experimentar la vida, y que para escribir lo que hace falta realmente es una urgente necesidad de contar, sí, una necesidad imperiosa, un amor obsesivo por la palabra, y muchas lecturas.
Cuéntanos algo de tu matrimonio, de tus hijos.
Mis tres hijos han sido el mayor regalo de la vida, hoy tengo incluso nietos; ayer, nueve de octubre de 2013, nació mi nieta Bengala, la mayor, Regina, tiene dos años y medio, y el de en medio -Noah- siete meses.
Y sí, estuve casada, y hoy, estoy más casada que nunca, pero CON LA LITERATURA, que es una pareja muy celosa, y me reclama mucha atención.
Mi primer libro, El gran niño, electrones de un sueño, fue escrito para mi hijo más pequeño, quería que supiera que en los libros se cumplen nuestros sueños del corazón.
El segundo libro, Jacinta, fue el resultado de mi divorcio… si no lo hubiera escrito hubiera necesitado muchos años de terapia. Cuando una mujer que está viviendo lo que yo viví lee Jacinta, inmediatamente siente que el personaje es ella misma. Es el dolor de una y todas las mujeres.
Paligenesia es la segunda parte de Jacinta, la escribí una vez hubo pasado el dolor, había que decirle al mundo que uno no se puede quedar hundida para siempre, hay que mirar hacia lo alto, y volar de nuevo.
Los mitos del alba, son poemas que nacían por las noches, y me despertaban para que los escribiera. Seguramente fueron el producto onírico de las clases de mitología que imparto.
La maestra Milagros soy yo misma, convertida en fábula, y convirtiendo a todos mis alumnos (adultos, jóvenes y niños), en un grupo de sexto grado.
Mi último libro publicado, Grimori Mundi, es resultado de mi nueva etapa de vida, ahora que soy abuela contemplo el universo como nuestra gran matriz, y me maravillo por ese cosmos que nos engendró hace tantos millones de años.
En estos momentos están en el tintero Litterae, un homenaje de amor a la palabra, El Tarot de Don Quijote; y Todos somos magos. Ya llegará editor para ellos.
Esta entrevista se realizó cuando los libros mencionados aún no habían sido publicados, para ver la obra publicada a la fecha pasar a la pestaña:
¿Quién te ha apoyado en tu carrera como escritora?
Es extraño… siento que mi carrera ha sido siempre una lucha contra corriente. He luchado para ser escritora contra viento y marea, no ha sido fácil, mi mayor apoyo he sido yo misma y mi amor por la patria de las letras, aunque ahí, en esa patria, he encontrado personas maravillosas, los poetas Raúl Aceves y Raúl Bañuelos; Roberto García, editor de algunos de mis libros; los amigos lectores; los alumnos, que con su entusiasmo, me motivan a seguir adelante a pesar de las dificultades.
Y una pregunta casi obligatoria para un escritor: ¿Cuándo nació el gusto por la escritura?
Uy, escribir, desde siempre, desde niña y seguro hasta que muera. No recuerdo exactamente una fecha, lo que recuerdo es que desde niña libros y plumas estaban en mi vida. Ahora que… si debo pensar en un momento especial..., sí hay algo claro: cuando descubrí que las letras se podían convertir en una bicicleta… ya te lo conté.
¿Te inspiras en alguien, en algo, para escribir?
Mi inspiración para la escritura siempre es la vida misma. La vida está llena de motivos, sobran los motivos... todos mis libros han nacido a partir de alguna inquietud vital.
¿Y tu escritor favorito?
¡¡¡Cervantes!!! Quien me conoce sabe que estoy "enamorada" de él.
¿Tienes preferencias en tus lecturas?
Los Clásicos son mis favoritos, con ellos no hay pierde, también la poesía, el folklore, pocas novelas contemporáneas, muy elegidas; y, además de literatura, me gusta leer mitología, antropología, historia, ciencia…
¿Favoritos de entre los que mencionas, digamos, alguna autora?
Poesía, Wislwa Szymborska...
¿Lo que menos te gusta leer?
La lectura académica obligatoria… aunque le debo a las lecturas académicas obligatorias mucho de los que sé, no les debo mucho de lo que siento, eso se los debo a los libros de poesía, a la literatura, y, sabes... también a los libros de ciencia, que hoy en día nos muestran un universo maravilloso.
¿Qué talleres recomiendas para que los jóvenes se interesen por la lectura y la escritura?
Bueno, yo imparto varios talleres, puedes seguirlos en mis redes:
YouTube y FaceBook con el nombre de Yolanda Ramírez Michel.
¿De los que has escrito, cuál es el libro que más te gusta, y por qué?
Esa pregunta es casi como la que te hacen los hijos: ¿a quién quieres más? uno va queriendo a cada libro como un hijo, son hijos de papel porque se gestan en las entrañas y con la vida vivida. Nacen y los ves crecer y ser leídos, unos más, otros menos. Como los hijos, tienen logros distintos; ¡uno quiere a todos sus libros por cosas muy particulares, todas entrañables! unos cuestan más trabajo, otros nos dan reconocimiento... decirte cuál es el favorito sería prácticamente imposible, de verdad.